Para los jóvenes que han nacido y
vivido en democracia antes de nada una breve información:
el Servicio
Universitario del Trabajo (SUT) fue una asociación universitaria creada
por el padre Llanos, señero jesuita que
creyó en el falangismo y se desencantó de él y de la dictadura franquista,
acabando en el Pozo del Tío Raimundo para cumplir una misión social de claro
compromiso político: del paisaje del Palacio
del Pardo, de donde había sido capellán, pasó al del barro de los inmigrantes y sus chabolas,
compartiendo la miseria de la más ínfima clase obrera y lumpen de la banlieu de Madrid.
El SUT era una organización integrada
por jóvenes estudiantes universitarios, que trabajaba jornadas de verano inmerso
en un contexto campesino, marinero o
industrial, a fin de conocer ese mundo, compartir sus trabajos aprendiendo de
su sabiduría popular y de sus artes, a la vez que transmitiendo sus
conocimientos a aquellos trabajadores populares. Aquel ambiente inicial de la
Asociación tenía un matiz cristiano, siempre aggiornato por la mentalidad jesuítica, más que por la extrema
ranciedad del nacional-catolicismo integrista: la acción solidaria trataba de
no ser caritativa, aunque inevitablemente tenía un así inevitable. Cabían en él
los jóvenes falangistas con fe aún en la revolución nacional-sindicalista,
católicos progresistas y aquellos universitarios con ideas claramente
izquierdistas que iban integrando lentamente las filas de los partidos
clandestinos, desde el Partido Comunista a los prochinos maoístas, los cuales
irían viendo como aquella loable acción
misionera no era el camino más eficaz para la lucha antifranquista.
Pero, lo cierto fue que aquella
presencia de lo religioso católico a la
manera del papa Roncalli no desaparecería de la lucha contra la dictadura, siendo
personajes representativos en la misma los curas obreros “progres” , surgidos al calor de la doctrina social del
Concilio Vaticano II, que fueron
coprotagonistas, junto a los partidos izquierdistas y sus militantes en la
clandestinidad de la toma de conciencia política antifranquista de los años 60
y 70, desapareciendo como actores políticos con la democracia.
Los archivos fotográficos del SUT
y sus paisajes son ejemplo de esa clase
de documento visual con el que se que demuestra, cómo la sensibilidad colectiva
respecto a la identificación con determinados
escenarios, paisajes y temas ha sido generada mucho antes, cómo se van reciclando
con nuevos estilos y técnicas, comprobándose, en cuantiosos ejemplos, su
validez para diferentes y enfrentados pensamientos políticos. El gran fotógrafo
español Ortiz Echagüe centrado en la imagen popular y folklórica de España, con
fotografías que continuaban la estirpe del pintor Zuloaga, de Azorín y del 98 , quedó
muy sorprendido de que en el Madrid rojo los artistas activistas gráficos usaran para
su cartelismo publicitario a favor del gobierno republicano su archivo costumbrista,
mientras él como franquista estaba escondido en el San Sebastián asediado
Comienzo hoy por comentar una
fotografía sutista con la imagen
sublimada de un campesino trabajador, sereno a la caída de la tarde, sobre aquel
trillo secular que precedió a la trilladora industrial. Tras pasar el día
afanado, aparece en primer plano, en
sombra, a contraluz respecto al paisaje iluminado en los planos del fondo. Así
enfocado, la rutina de una dura tarea adquiriere
un aire transcendente, romántico, como el de aquel caminante de espaldas frente
al grandioso paisaje iluminado del pintor alemán Friedrich. La mirada mística
de aquel trabajo a pleno sol y costosa la
puso el fotógrafo: él fue el que vio a aquel campesino en un contexto bucólico
sublime, porque, aunque bella como estampa
del folklor español, la vida y jornada para aquellos campesinos de la
postguerra española no era leve, era una pesada carga, que sólo podía transcender la mirada del otro.
Esta mirada, estos paisajes de campos desnudos
de árboles, pura tierra en que el protagonista es el pueblo rural trabajador
idealizado, ha tenido una larga historia en la iconografía identitaria de España:
arrancó en el marco ideológico y cultural del
regeneracionismo. Aquellos paisajes y sus campesinos en su ambiente
natural y folklórico ancestral, fascinante y mísero a la vez, aparecerían en
literatura, pintura y fotografía a partir de entonces: un hilo conductor unía
aquel mundo casticista del 98 y de la Generación del 14 a las imágenes
fotográficas rurales de Misiones Pedagógicas , sublimadoras aún de la inocencia
y bella pureza del folklor español en
los pueblos más pobres de la España rural, a las muy ácidas y descarnadas de
estos mismos lugares y de sus habitantes, que aparecen en Las Hurdes de Buñuel: de un republicanismo amable y esperanzador en
la educación del pueblo analfabeto, las primeras; revolucionarias y críticas con los sectores más conservadores
de la Segunda República las últimas, que reencarnaban en clave surrealista de vanguardia la estética de la España Negra, tan de
tradición española.
Un misticismo laico del comunismo español tintado de franciscanismo y/o del anarquismo de
“Tierra y Libertad”, del que fue paradigma el
escultor autodidacta de militancia comunista Alberto Sánchez, tanto en sus
paisajes pintados para las escenografías del teatro de la Barraca como en sus
esculturas vanguardistas , extractos surrealistas del ritmo de los más antiguos ríos de España , de
sus prehistóricos meandros – ya secos- así como del perfil geológico de los
cerros que estos fueron formando en la Meseta Central a partir del Cuaternario.
El canto bucólico al paisaje
desolado de las llanuras mesetarias, de sus surcos y de los campesinos sembradores, aradores y
trilladores, héroes anónimos de nuestra
historia popular , resonaría también en los fotomontajes de Renau para el Pabellón
Español de la República en la Exposición Internacional de 1937 en
París , fotos que se tradujeron a carteles como publicidad del gobierno
republicano, queriendo integrar a su causa al campesino en un país escasísimamente industrializado. Paisajes y personajes de los campos secos y
los pueblos pobres de la Meseta y sus
estribaciones fueron los que tuvieron más presencia, se convirtieron en virales en la guerra y en la postguerra:
campesina con hoz fue la moderna escultura de Julio González para el Pabellós
republicano del 37: Campesino catalán también era el de Miró.
Así que el pueblo español se
identificó durante siglos con el paisaje rural y sus trabajadores, sublimados
por todas las miradas del artista y el activista urbano, desde el catolicismo
crítico hasta el laicismo religioso, que
impregna las doctrinas pedagógicas institucionistas y de todo el rageneracionismo,
al revolucionario izquierdista de la
República y la Guuerra.
Este contemplativo arador de Paradaseca
(El Bierzo), que habría votado al Frente Popular ,como lo había hecho la
totalidad del pueblo en el 36, se consolaba en el “Angelus “ final de la
jornada, “rezando” ante el fantástico y visionario paisaje como en la escena del cuadro de
Millet.
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